viernes, 24 de octubre de 2014

Y EL PREMIO A LA ASIGNATURA MÁS ODIADA ES PARA...

Las matemáticas son probablemente, la asignatura escolar más odiada y (en lenguaje muy mexicano) más mentada. Paradójicamente, es una de las más útiles en la vida diaria y de mayor trascendencia en el desarrollo de los procesos cognitivos, además de ser la más amada y respetada por los profesionistas y expertos que las utilizan (matemáticos, físicos, biólogos, acturios, economistas, políticos, entrenadores deportivos...).
Las razones de lo antes argumentado pueden ser variadas: desde la dificultad que implica la asimilación de los procesos cognitivos, el poco tiempo que se le dedica a actividades intelectuales y de abstracción dentro y fuera de los salones de clase, hasta la falta de astucia didáctica y pedagógica de los profesores de enseñanza básica.


En mi experiencia, otro factor que influye mucho son los hábitos y el mito que rodea a las matemáticas; el hábito, porque así como los alumnos acuden fieles a ver a su equipo de futbol favorito en la televisión o incluso descaminándose hasta el estadio, deberían acudir a hacer sus ejercicios que son esenciales para el manejo y dominio de las matemáticas (esto no les exime de las otras asignaturas, pues regularmente el alumno promedio tiene pésimos o nulos hábitos de estudio favorables a todas las asignaturas). En cuanto al mito, es un clamor generalizado que incluso es considerado por las masas como sentido común: las matemáticas son difíciles, aburridas y no sirven para nada (alguna vez pasó por mi mente: "si las matemáticas fueran útiles en la vida cotidiana, el casarse sería como sacarle la derivada a una pareja a y b de personas, y cuando simplemente les venga en gana, se integrarían... y todo como al inicio, dos elementos a y b separados"). El mito se extiende por todos lados, como un valuarte cultural: hombres, mujeres, adolescentes, niños, ancianos, padres de familia (que lo usan como excusa para evadir su responsabilidad como padres de que sus hijos cumplan la tarea escolar). Incluso, los profesores de enseñanza básica, quienes no son doctos académicos en la matemática y llegan a evadir su responsabilidad de enseñarlas argumentando cosas similares a lo antes escrito; pero ¿adivinen qué?  ¡No es necesario ser un sabio para enseñar buenas matemáticas en la escuela básica! Basta con un conocimiento básico de ellas, voluntad, creatividad y astucia para buscarles el sentido.
¡La cosa es hallarles el sentido!

 Así pues, las matemáticas que tanto son amadas por los de un escueto bando, y tan odiadas por los del otro numeroso bando, son las mismas; practicamente, lo que las hace diferentes no es más que cómo las ve cada bando y hasta dónde están dispuestos a llevar su propia capacidad de la mano con ellas.


No es que las personas comunes y corrientes sean estúpidas y no puedan aprender matemáticas, es que culturalmente se nos presenta una barrera que bloquea nuestro encuentro con ellas. Todo lo que debemos hacer (no digo que sea fácil) es sortear el obstáculo y mirar lo que hay del otro lado del muro sin el menor recelo y con la mayor disposición a encontrarle un sentido en nuestra vida.

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