Como
sabemos, la plasticidad cerebral en los primeros años de vida es máxima. Es el
periodo en el que se producen importantes conexiones cerebrales que serán la
base de los futuros aprendizajes. También hemos visto que nacemos con la
capacidad de aprender con asombrosa facilidad tanto la práctica totalidad de un
idioma en un periodo de tiempo muy pequeño (a los 5 años de edad el niño posee
ya un vocabulario de cerca de 2000 palabras, maneja la gramática, la sintaxis y
la pragmática de manera natural), como con la capacidad de cuantificar las
cosas que nos rodean, y de operar con ellas. Esta capacidad permitirá a un
bebé, por ejemplo, a distinguir desde bien temprano, si en una habitación hay
una o más personas, y aunque evidentemente no sepa aún cuántas hay, sí que
tiene intrínseca la noción de cantidad.
Es
sabido también que una buena estimulación es necesaria para el óptimo
desarrollo del cerebro y sus capacidades.
Las
habilidades matemáticas están distribuidas en diferentes partes del cerebro y
están conectadas también con zonas específicas de la producción del lenguaje,
necesario para el tratamiento preciso y lingüístico de los números.
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