«Topología» quizás no sea fácil de pronunciar para la media de los
no-matemáticos, pero otros dos hallazgos relativamente tardíos son
términos mucho más familiares: probabilidad y estadística.
Una de las creaciones modernas más de las matemáticas,
la teoría de la probabilidad (véase ¿Pueden las matemáticas hacernos ricos?), nos permite manejar la incertidumbre de un
modo cuantitativo.
Las matemáticas recreativas del siglo XVII fueron
el comienzo de esta teoría, en el análisis de problemas relacionados
con los juegos de azar, y ahora, resueltos y explicados
con un cálculo riguroso, está la columna vertebral para el análisis
de riesgos. La estadística, un campo relacionado con el anterior
(véase ¿Miente la estadística?), proporciona la teoría para manejar
datos de un modo adecuado y el contexto para llevar a cabo los
experimentos.
La estadística tiene sus comienzos en experimentos
en la agricultura, pero ahora sus métodos son usados tan ampliamente
que apenas hay una parte de la actividad humana, desde la
política a la medicina, que esté libre de la estadística.
Usando los resultados de la estadística y otras áreas de las
matemáticas se llega de un modo natural al deseo de hacer predicciones,
saber el futuro (véase ¿Pueden las matemáticas predecir el
futuro?).
El demógrafo quiere hacer una predicción razonable de la
población en cinco años.
El corredor de bolsa tratará de adivinar
el mercado de valores basándose en la evidencia estadística y corazonadas.
¿Cómo se puede hacer esto? Éstas son preguntas difíciles,
como la tarea de predecir el tiempo, el cual depende de ecuaciones matemáticas que no pueden resolverse aún (véase ¿Queda algo por
resolver?), y cuya dificultad se ve agravada por el «efecto mariposa»
(véase ¿Puede realmente el aleteo de una mariposa provocar un huracán?).
Así, hay matemáticas antiguas y matemáticas recientes. Por si
acaso nos relajamos y pensamos que el trabajo ya está hecho, deberíamos
recordarnos a nosotros mismos que hay también matemáticas
sin resolver, y muchas (véase ¿Queda algo por resolver?). Y menos
mal, porque si ése no fuera el caso, las matemáticas se marchitarían
en el árbol. Hay algunas grandes preguntas sin resolver que tienen
perplejos a los pensadores año tras año, tales como la conjetura de
Goldbach y la hipótesis de Riemann, ambas relacionadas con los
números primos, y hay también problemas nuevos dando la lata.
Por supuesto, ha habido progresos y algunos de ellos dignos de titulares.
Las matemáticas saltaron a la escena pública con la solución
del último teorema de Fermat en 1994 (véase ¿Son las matemáticas
bellas?).
Antes de eso, las matemáticas y la informática unieron fuerzas
para solucionar el teorema de «cuatro colores» (véase ¿Existe una
fórmula para todo?), y, recientemente, un solitario matemático ruso
sorprendió al mundo probando la centenaria conjetura de Poincaré,
y no reclamando su premio de un millón de dólares.
Entonces, ¿para qué son las matemáticas? En cierto sentido ésta es una pregunta extraña. No se suele preguntar uno «¿para qué es la música?» o «¿para qué es la literatura?». Se aceptan simplemente como actividades, proceso del pensamiento y ejercicios de la imaginación con las cuales el ser humano disfruta, ha disfrutado y disfrutará, y así debe ser. Si uno quiere buscar aplicaciones, están por todas partes a nuestro alrededor y multiplicándose.
Si uno quiere
profundizar en todos los campos en los cuales las matemáticas
aportan conocimiento del mundo, del universo, de la naturaleza y
de las interacciones humanas, uno puede hacerlo también. Hay una
inestimable cantidad de cosas que los matemáticos pueden hacer, y
han hecho, de manera que la evolución no se detenga. Pero, en su
raíz, las matemáticas están motivadas por una característica básica y
que define a la humanidad: la curiosidad insaciable.
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