INGENIERÍA DIDÁCTICA Y EVOLUCIÓN DE LA RELACIÓN CON EL SABER
EN LAS MATEMÁTICAS
Analizaremos la relación existente entre lo que el profesor
se propone enseñar en matemáticas y aquello que los alumnos a los que se dirige
son susceptibles de aprender realmente.
Las palabras enseñar, aprender, saber, pueden significar
cosas distintas.
Analizaremos principalmente las relaciones entre la
construcción del sentido y la capitalización del saber en matemáticas.
Cuando un profesor y unos alumnos se encuentran en clase, la
regla es que el primero esté ahí para enseñar un saber determinado, y los
alumnos para aprender este saber en concreto.
Precisemos antes qué sentido tienen los verbos, “saber, enseñar,
aprender”.
Saber matemático reviste un doble aspecto. Por un
lado es tener la disposición funcional de ciertas nociones y teoremas para la
resolución de los problemas así como interpretar y también plantear nuevas
preguntas...
Las situaciones o problemas son generadores de relaciones que
se establecen entre nociones que están expresadas en los enunciados o que son
movilizadas para su resolución.
Nociones y relaciones pueden ser parcialmente externas a las
matemáticas o bien internas en este campo. En un funcionamiento científico tal,
las nociones o teoremas tienen un estatus de instrumentos. Estos se inscriben
dentro de un contexto bajo la acción y el control de alguien (o de un grupo) en
un momento dado. Este aspecto del saber conduce a una dimensión semántica del
sentido.
Enseñar, para un profesor, es crear las condiciones que producirán
a la larga en los alumnos, el saber.
Aprender, para un alumno, es implicarse en
una actividad intelectual cuya consecuencia será, al final, la disponibilidad
de un saber con su doble estatus de instrumento y objeto. Para que se den
enseñanza y aprendizaje es necesario que el saber sea un objeto importante,
incluso esencial, de intercambio entre el profesor y sus alumnos, que el saber
sea una apuesta importante de la escuela.
La realidad puede efectivamente ser ésta y entonces el
trabajo del profesor será el de escoger puestas en escena de saberes aceptables
para los alumnos eficaces respecto del objetivo de aprendizaje. Distintas
modalidades son posibles. Pero la realidad también puede ser distinta.
El saber puede ser importante para el profesor pero no serlo en
absoluto para una parte de los alumnos. En este caso dos elementos van a
influir las decisiones del profesor y a matizar sus expectativas:
1. ¿Qué representa
para estos alumnos el hecho de ir a la escuela, ¿qué esperan de ésta?, ¿Qué
representa el aprender para ellos?.
2. ¿Para qué proporción de alumnos en la clase el saber no es
una parte esencial de la Universidad?.
El saber matemático no es vital ni para el profesor ni para
los alumnos, en este caso, para que el
profesor pueda hacer su trabajo de docente y que los alumnos realicen su
labor de alumnos, la clase está obligada a vivir una ficción didáctica: el
profesor “enseñará” algo y los alumnos “aprenderán” algo.
Estos serán evaluados de acuerdo con un contrato explícito o
implícito interno a la clase. Pero ¿dónde están las Matemáticas? ¿Qué puede
hacer el profesor? ¿Qué recordarán los alumnos a la larga?
La respuesta corriente
a corto plazo es la siguiente: proponer a los alumnos que realicen unas tareas
divididas en ejercicios más elementales en función de las necesidades del
alumno hasta que un número aceptable de alumnos en la clase respondan de forma
satisfactoria.
La consecuencia de una elección tal es que el sentido de la
actividad matemática misma se pierde. Los alumnos no disponen de ningún medio
para controlar su producción salvo el volver a hacer el trabajo en condiciones
similares.
Sin embargo, las experiencias de los profesores indican que
tal control es poco fiable.
El saber matemático es importante para el profesor pero no
para los alumnos Aquí también existen dos posibilidades, al menos al principio
del curso: - el profesor acepta entrar en la lógica de los alumnos, al menos
temporalmente, y se concentra en hacer evolucionar temporalmente el contrato; -
el profesor se enfrenta inmediatamente a sus alumnos.
Para el profesor se
trata de conseguir modificar la relación que la mayoría de los alumnos tienen
con las matemáticas.
Esto puede ser un gran desafío para el profesor quien se
encuentra inmerso, a través de las matemáticas, en la transformación de la relación
establecida con la escuela, con el profesor así como de la relación que exista
entre los alumnos.
Lo que requiere que los alumnos puedan participar en una
actividad científica y que estén convencidos que esto merece la pena de cara al
lugar que ocuparán como futuros ciudadanos actores dentro de la sociedad
cultural a la que están destinados.
El saber matemático es importante para algunos alumnos pero
no para el profesor En este caso, como en el precedente, no queremos olvidar el
riesgo de los alumnos que vienen a la escuela con el deseo de aprender algo,
alumnos interesados en las matemáticas cuando son el objeto de la enseñanza.
Estos alumnos pueden rechazar una clase de matemáticas pero también la escuela
al sentir implícitamente que ésta no cumple con su misión.
Pueden intentar ir a buscar el conocimiento en otros centros
de interés, en otros sitios si tienen esa posibilidad o sino enfrentarse con
los profesores. Esta situación no es en absoluto utópica.
El saber matemático es importante para el profesor y para los
alumnos Esta es la situación favorable desde el punto de vista de las
matemáticas. Sin embargo, la construcción del sentido no implica necesariamente
la capitalización del saber. Bajo ciertas condiciones, puede favorecer la
estructuración, condición necesaria para su memorización.
Todo el trabajo debe ser concebido para lograr este efecto.
Naturalmente, muchas cuestiones didácticas continúan abiertas
y los problemas de ordenación entre lo que es enseñado por un lado y lo que
efectivamente se aprende por el otro están lejos de haber sido resueltos. Ello
conduce a considerar los trabajos y estudios realizados a la vez con modestia y
optimismo.
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