viernes, 24 de octubre de 2014

EL PENSAMIENTO MATEMÁTICO EN LA PRIMERA INFANCIA.



Como sabemos, la plasticidad cerebral en los primeros años de vida es máxima. Es el periodo en el que se producen importantes conexiones cerebrales que serán la base de los futuros aprendizajes. También hemos visto que nacemos con la capacidad de aprender con asombrosa facilidad tanto la práctica totalidad de un idioma en un periodo de tiempo muy pequeño (a los 5 años de edad el niño posee ya un vocabulario de cerca de 2000 palabras, maneja la gramática, la sintaxis y la pragmática de manera natural), como con la capacidad de cuantificar las cosas que nos rodean, y de operar con ellas. Esta capacidad permitirá a un bebé, por ejemplo, a distinguir desde bien temprano, si en una habitación hay una o más personas, y aunque evidentemente no sepa aún cuántas hay, sí que tiene intrínseca la noción de cantidad.


Es sabido también que una buena estimulación es necesaria para el óptimo desarrollo del cerebro y sus capacidades.

Las habilidades matemáticas están distribuidas en diferentes partes del cerebro y están conectadas también con zonas específicas de la producción del lenguaje, necesario para el tratamiento preciso y lingüístico de los números.

Lo que se aprende en la infancia es el fundamento para todo nuestro aprendizaje posterior, y aunque no son definitivos, sí son determinantes. Por eso, son importantes en este periodo de la vida unos adecuados métodos de enseñanza que garanticen la correcta participación de las redes neuronales de las zonas implicadas en el pensamiento matemático, para su óptimo desarrollo a nivel fisiológico y, consecuentemente, facilitar el aprendizaje futuro a nivel cognitivo.

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